
En España, cada año se registran más de 280.000 fracturas por fragilidad, según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), siendo la rotura de cadera en ancianos la lesión más extendida de este tipo. A su vez, el 91% de las fracturas de cadera se presentan a partir de los 65 años, afectando gravemente a su calidad de vida, sobre todo en edades muy avanzadas.
A continuación, te orientamos sobre qué hacer si sospechas que una persona puede tener la cadera fracturada, cómo brindarle apoyo emocional, qué pasos seguir tras el diagnóstico y las posibles complicaciones en personas mayores de 80 años.
Si una persona sufre una caída, es clave identificar una posible fractura de cadera a la mayor brevedad. Es especialmente crítico en el caso de los adultos mayores, pues en este grupo de edad algunas señales claras pueden pasar desapercibidas o confundirse con molestias menores. Por ello, es fundamental no minimizar su malestar y reconocer los signos que alertan de una rotura de cadera en ancianos, acudiendo al médico lo antes posible para evitar mayores complicaciones.
Una rotura de cadera en ancianos suele producirse debido al desgaste de la masa ósea —que provoca una menor resistencia a cualquier impacto—, la pérdida de visión y/o equilibrio, o la presencia de patologías crónicas que afectan a la movilidad.
Reconocer con rapidez los indicios de una posible fractura de cadera puede marcar la diferencia en el pronóstico y evolución de la persona mayor. Entre los signos más reconocibles de una rotura de esta tipología, encontramos:
Algunos mayores puede que no aquejen dolor alguno debido a problemas de sensibilidad o patologías neurológicas, como la enfermedad de Alzheimer. En estos casos, es crucial observar ciertos signos como resistencia a caminar, cambios bruscos de humor o posturas anómalas.
Si tienes sospechas, una evaluación médica inmediata es primordial, pues un diagnóstico precoz favorece una mejor recuperación, además de prevenir de complicaciones como trombosis o infecciones.
En cuanto sucede una caída en personas mayores, sobre todo si estas tienen una edad muy avanzada, no podemos descartar que hayan sufrido una fractura. Un golpe fuerte en la cadera no siempre implica una rotura ósea, por lo que los síntomas más comunes incluyen:
Es muy importante monitorear cómo evolucionan los síntomas, pues, si el dolor persiste o empeora, podría ser indicativo de una rotura de cadera en ancianos. En cualquier caso, y para descartar cualquier complicación a largo plazo, es recomendable acudir a los servicios sanitarios y que confirmen si ha sido un susto o si, por el contrario, se ha producido una fractura.
Cuando una persona mayor sufre una caída, es muy probable que esté fuera de sí a causa del dolor, por lo que nos toca mantener la calma en la medida de lo posible y afrontar la situación. A continuación, te contamos qué hacer, cuándo es el momento de acudir a emergencias y, sobre todo, qué evitar ante una posible rotura de cadera en ancianos.
Aunque no podamos confirmar la rotura de cadera en ancianos, no debemos moverle bruscamente. Tan sólo nos limitaremos a cubrirle con una manta si tiene frío, apoyarle emocionalmente y evitaremos cualquier manipulación que pueda provocar un peor diagnóstico. Debemos observar si tiene síntomas visibles —como dolor intenso inguinal o un acortamiento de la pierna en el lado afectado— o los más sutiles, como cambios de humor que escondan malestar o posturas anómalas.
Si sospechamos que la fractura se ha producido, llamaremos de inmediato a los servicios de emergencia, especialmente si tras la caída el estado general de la persona mayor impide cualquier tipo de traslado seguro por medios propios.
Una vez contactamos al 112 o cualquier otro número de emergencias, conviene facilitar la siguiente información de forma clara y ordenada:
Cuando sospechamos que una persona mayor acaba de fracturarse la cadera, la calma y la prudencia son fundamentales, a pesar de que nosotros también sintamos nervios ante la situación. A la hora de afrontar una rotura de cadera en ancianos, es importante que hagas lo siguiente para no agravar la lesión:
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Cuando se ha producido una rotura de cadera en ancianos y el dolor es incapacitante, la espera puede parecer una eternidad. Mientras aguardamos la llegada de los servicios de emergencias, es fundamental que mantengamos la calma, le demos todos los cuidados que estén de nuestra mano —sobre todo, emocionales—, hasta que los profesionales sanitarios valoren su estado.
En una situación tan tensa como es una posible fractura, la persona está más asustada que tú, pues además de un dolor agudo, es normal que experimente miedo, ansiedad o confusión. En estos momentos, el acompañamiento y contención emocional es clave, pero debe hacerse con mucha sensibilidad.
Escucha con atención a la persona y respóndela con una voz que transmita calma y seguridad. A su vez, es importante que evites hacer preguntas insistentes o innecesarias, pues sólo lograrás alterarle. No fuerces explicaciones ni movimientos: limítate a ofrecer apoyo emocional. Y, lo más importante, hazle ver que está acompañado en todo momento y que la ayuda ya está en camino, y puedes demostrárselo al tomar su mano, mirarle a los ojos o simplemente estar presente.
Es muy importante que eliminemos cualquier potencial obstáculo en casa, creando un entorno seguro para prevenir caídas en ancianos. Adaptar los hogares a las necesidades de los adultos mayores implica repensar estos espacios y, para evitar nuevos incidentes, es preciso aplicar ciertos cambios que marcan la diferencia: colocar alfombras antideslizantes en baño y cocina, tener una buena iluminación o instalar pasamanos crearán un ambiente más seguro para la persona.
Disponer del historial médico y tarjeta sanitaria —ya sea en formato físico o digital— ayudará a agilizar cómo tratar a la persona que puede haber sufrido una fractura, y así darle la mejor respuesta posible. Teniendo en cuenta que la edad media de pacientes supera los 80 años, es altamente probable que muchos de ellos sufran algún tipo de enfermedad (cardiovascular, demencia, párkinson, diabetes,...). Toda información es poca para mejorar el diagnóstico y posterior recuperación, especialmente en edades avanzadas.

Una rotura de cadera en personas mayores de 80 años supone un antes y un después en su vida, exponiéndola a una situación de dependencia, un mayor riesgo a nuevas caídas y una reducción de su esperanza de vida. Para alcanzar un envejecimiento saludable, es fundamental implementar en edades más tempranas ciertas estrategias de prevención, como ejercicios de equilibrio regulares, y si lo padece, una evaluación y tratamiento de la osteoporosis.
Las roturas de cadera en personas mayores de 80 años tienen muchísimo impacto en quienes la sufren, pues en muchos casos, el anciano gozaba de movilidad e independencia antes de la caída. Es muy importante prevenirlas porque tienen una alta mortalidad asociada. Según el Informe Anual (2022) del Registro Nacional de Fractura de Cadera (RNFC), su mortalidad hospitalaria es del 4,7% y la mortalidad a 30 días desde la intervención asciende hasta el 8,9%.
Por otro lado, la mitad de los pacientes que sobreviven a una fractura de cadera recuperan su independencia y movilidad previa al incidente. Asimismo, una edad avanzada hace a las personas más vulnerables a complicaciones postoperatorias, como úlceras por presión, insuficiencia renal y delirium y deterioro cognitivo.
Existen una serie de factores que condicionan cómo puede ser la evolución de la persona tras sufrir una fractura de cadera en una edad avanzada:
Si las radiografías u otras pruebas diagnósticas confirman la fractura, el siguiente paso habitual suele ser el ingreso hospitalario para intervenir a la persona en un plazo de 24 a 48 horas, siempre que su estado clínico lo permita. Este tipo de operaciones suelen implicar colocación de tornillos o placas (osteosíntesis) o prótesis parcial o total de cadera, en función del tipo de rotura. Es común que el paciente esté ingresado entre 5 y 10 días, aunque el tiempo varía según su evolución, capacidad funcional previa y posibles complicaciones.
Estas situaciones pueden ser emocionalmente devastadoras para las personas mayores, pues surgen el temor a perder autonomía, no volver a caminar o depender de otros. Para acompañar en estas situaciones, es importante validar sus emociones, evitar frases como «no es para tanto» o «tú puedes con esto» sólo alterarán a la persona y no aportan ninguna solución. A su vez, haz que participe en decisiones siempre que sea posible y que esté informada sobre lo que va a pasar en cada etapa del proceso.
No son pocas las ocasiones en las que la rotura de cadera en ancianos sucede cuando no estamos presentes. Detectarla puede ser especialmente difícil si la persona no expresa dolor con claridad. Sin embargo, como ya mencionamos al principio de este artículo, existen varias señales físicas y cambios de comportamiento que pueden alertar sobre una posible fractura.
Algunas personas mayores tienen el umbral del dolor muy alto, por lo que puede pasar inadvertido si han sufrido una caída que haya provocado una rotura de cadera. Esto ocurre, por ejemplo, si presentan alteraciones en la sensibilidad, sufren algún tipo de trastorno neurológico o tienen pautados ciertos medicamentos.
En estos casos, es común que presenten limitaciones para moverse, cambios bruscos de humor, aislamiento social, problemas de sueño o que adopten posturas extrañas. Todos estos indicios revelan que algo no va bien y que es el momento para acudir al médico.
Una valoración médica a tiempo despeja cualquier duda y descarta una posible rotura de cadera en ancianos, sobre todo en los casos más difíciles de detectar. Un diagnóstico precoz es esencial para mejorar el pronóstico y evitar complicaciones. Por eso, es fundamental acudir al hospital si observas alguno de estos signos, aunque la persona no manifieste dolor:
La teleasistencia es un servicio clave si una persona ha sufrido una caída, pues garantiza una respuesta rápida ante posibles roturas de cadera en ancianos, especialmente de aquellos que viven solos o cuando el accidente ocurre fuera de casa. A través de dispositivos como colgantes, pulseras o relojes de teleasistencia, la persona usuaria puede solicitar ayuda inmediata, o es el propio sistema el que emite un aviso tras detectar movimientos anómalos y envía una alerta al Centro de Atención.
Esta tecnología reduce significativamente el tiempo de espera, esencial para evitar complicaciones asociadas a permanecer inmóvil y sin la atención necesaria durante horas. Desde el Centro de Atención, un equipo profesional y multidisciplinar coordina la intervención de los servicios de emergencias, proporciona contención emocional a la persona y contacta a sus familiares, agilizando todo el proceso y mejorando el pronóstico de recuperación.
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