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El alzhéimer es una de las principales enfermedades que afectan a la tercera edad. Una dolencia neurodegenerativa que se caracteriza por la pérdida de memoria progresiva. Detectarlo a tiempo y realizar un diagnóstico adecuado serán claves para conseguir una evolución más lenta de la enfermedad. Descubrimos cómo se diagnostica el alzhéimer en este artículo.
La pérdida de memoria es el principal signo que se relaciona con el alzhéimer, sin embargo, este no tiene por qué ser concluyente ni el único síntoma. También dependerá de la persona y su entorno que estos signos aparezcan en mayor o menor número e intensidad. Pero ¿cómo se detecta el alzhéimer en personas mayores? Estos pueden ser algunos de los indicadores:
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Aunque las señales descritas anteriormente pueden ser indicadores de que una persona padece alzhéimer, la mayoría de ellas trazan una fina línea entre esta dolencia y los signos habituales de la edad u otras patologías comunes en personas mayores de 65 años. Por ello, aunque estos signos nos puedan poner sobre la pista, será un especialista quien realice el diagnóstico de alzhéimer.
Si crees que tú o alguien de tu entorno puede padecer alzhéimer, consulta con el médico para que este realice una evaluación sobre sus capacidades cognitivas y otros biomarcadores y, si lo estima oportuno, pruebas que determinen si se sufre esta enfermedad o no.
¿Y cómo se diagnostica el alzhéimer? Actualmente no existe ninguna prueba que sea por sí misma concluyente, sino que se necesitan varias para diagnosticar la enfermedad.
En estas pruebas, podemos hablar de, por ejemplo, un electroencefalograma. Ésta suele realizarse si existe historia de convulsiones, pérdida de conciencia, episodios de confusión o deterioro clínico rápido.
Es posible que el médico decida realizar un análisis de laboratorio para descartar otros trastornos que provocan síntomas similares a los de la demencia de la enfermedad de Alzheimer, como trastornos de la tiroides o insuficiencia de vitamina B12.
También puede recomendar un examen del líquido cefalorraquídeo para llegar al diagnóstico. En el líquido cefalorraquídeo se pueden medir los niveles de proteína amiloide y tau. La proporción que haya de estas proteínas puede ayudar a determinar si hay enfermedad de Alzheimer. En la mayoría de los casos de esta enfermedad, no es necesario hacer un examen del líquido cefalorraquídeo, pero puede ser útil en casos atípicos y de rápida evolución.
Durante el diagnóstico del alzhéimer, se suele valorar las habilidades de razonamiento y memoria de la persona.
Uno de los test más conocidos y utilizados es el Mini-mental, que es un test sencillo que puede ser realizado en un corto espacio de tiempo y que es muy útil para una valoración inicial. Consiste en una serie de preguntas o pruebas relacionadas con la orientación temporal, la concentración y el cálculo, el lenguaje y la memoria
La neuroimagen es la única herramienta que tenemos para detectar directamente los cambios que se producen en el cerebro antes de la aparición de los primeros síntomas del Alzhéimer. También ayudan a descartar otras causas (hemorragias, tumores cerebrales o ictus), a distinguir distintos tipos de enfermedades cerebrales degenerativas o ver el grado de degeneración del cerebro.
Dentro de estas pruebas están:
El alzhéimer es puramente hereditario solo en menos del 1% de los casos, por este motivo este tipo de prueba no se realiza habitualmente. Suele acudirse a ella cuando el alzhéimer es muy precoz o existe historia familiar de esta enfermedad.
En la exploración, el médico revisará la historia clínica, los antecedentes farmacológicos y los síntomas (grado de deterioro de la memoria, causa de los síntomas, cambios de conducta) de la persona.
Se realizará una evaluación física y se comprobará que el afectado no tenga otras afecciones que pudiesen estar causando los síntomas como secuelas de ictus pasados, enfermedad de Parkinson, depresión y otras enfermedades.
Para comprobar en que estado se encuentran las funciones cognitivas del posible afectado, se lleva a cabo un estudio que puede consistir en distintas pruebas como son recordar una lista corta de palabras o copiar un dibujo.
A menudo, los médicos realizan un test de fluidez verbal si existe algún indicio de que la persona pueda tener alzhéimer. Esta prueba consiste en darle a la persona un minuto para enumerar tantas cosas como sea posible de una categoría.
Se realizan análisis de sangre para descartar otras afecciones que provocan algunos síntomas similares a los del Alzhéimer, como infecciones, trastornos del tiroides o insuficiencia de vitamina B12.
Se trata de una prueba en la que se usa una computadora conectada a una máquina de rayos X para crear una serie de imágenes detalladas del interior del cuerpo.
Las imágenes se toman desde diferentes ángulos y se usan para crear vistas tridimensionales de los tejidos y órganos.
La resonancia magnética puede detectar anomalías cerebrales asociadas con el deterioro cognitivo leve y se puede utilizar para predecir pacientes con deterioro cognitivo leve que podrían eventualmente desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
En las primeras fases de la enfermedad, una resonancia magnética del cerebro puede ser normal. Sin embargo, en etapas posteriores, la resonancia magnética puede mostrar una disminución en el tamaño de diferentes áreas del cerebro.
Existen otras pruebas que, aunque menos frecuentes, también son utilizadas en el diagnóstico del alzhéimer.
Con el objetivo de concretar el diagnóstico, el especialista puede requerir este tipo de prueba que consiste en extraer líquido cefalorraquídeo a través de una punción lumbar. Los niveles de proteínas en el líquido ayudarán a determinar la presencia o no de la enfermedad.
Este se lleva a cabo con un electroencefalograma que recoge la actividad eléctrica del cerebro en situación basal y con métodos de activación, como la hiperventilación y la fotoestimulación.
La señal eléctrica recogida se amplifica y representa en forma de líneas. Existen patrones normales y patrones anormales que hacen sospechar lesiones o enfermedades características.
Esta prueba conocida más comúnmente como PET es un tipo de estudio por imágenes. Se utiliza una sustancia radiactiva llamada marcador para buscar cualquier tipo patología en todo el cuerpo.
Es probable que algunos medicamentos, por sus efectos secundarios, provoquen ciertas dificultades para recordar cosas como son ansiolíticos, medicamentos para reducir el colesterol o anticonvulsivos.
Por ello, hay que estudiar la medicación que la persona está tomando para no confundir los síntomas.
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La enfermedad de Alzheimer cuenta con varias etapas desde su detección. La progresión de la dolencia es gradual y puede tener una duración de 2 a 20 años en los que, dependerá de cada enfermo, este pasará de una fase a otra con mayor o menor celeridad.
En la etapa temprana del Alzheimer, la persona puede desenvolverse de forma independiente. Es posible que pueda conducir, trabajar y participar de actividades sociales. Sin embargo, los primeros síntomas de la enfermedad empiezan a aparecer.
La persona puede sentir que tiene episodios de pérdida de memoria, que incluyen:
Olvidar determinados detalles de acciones que se han llevado a cabo recientemente.
No recordar hechos que han sucedido en un periodo de tiempo cercano al actual.
Tales como olvidar las llaves dentro de casa o dejar las luces encendidas.
Cocinar, bañarse...
Confusión con las palabras y la forma de expresarse.
Irascibilidad, tristeza...
Es muy probable que se den problemas a la hora de dormir como el desvelo durante la noche o cambio en las horas en las que se duerme.
En esta segunda fase la enfermedad comienza a hacer mella de forma más pronunciada.
Además de empezar a tener problemas a la hora de recordar acontecimientos recientes y pasados el enfermo se enfrentará a:
Existe una pérdida de información de la historia personal.
El daño a las células nerviosas del cerebro puede dar lugar a:
Algo tan simple como ducharse o elegir la ropa puede complicarse muchísimo para una persona que se encuentra en esta fase de la enfermedad.
El afectado puede desorientarse y no identificar hora, fecha ni lugar en el que se encuentra. Además, presentará dificultades para reconocer rostros familiares. Este último síntoma es uno de los más duros tanto para la persona como su círculo.
A medida que avanza la enfermedad, se producen cambios en la personalidad y el comportamiento, como el recelo y el delirio, o se dan comportamientos repentinos y repetitivos.
El deterioro de las funciones cerebrales puede dificultar la expresión de pensamientos o que confunda palabras.
Todos estos síntomas hacen que el mayor se aísle en si mismo por vergüenza a equivocarse o “molestar” al resto. En estos casos, aparte de brindar apoyo y compresión por parte de su círculo cercano, es bueno contar con un profesional que pueda ayudarle a transitar por todo ello.
En la tercera y última etapa el deterioro es evidente y la persona se encuentra es una situación de dependencia absoluta. Se da:
No recordar acciones que han ocurrido en un pasado.
Para ellos es imposible ir a comprar o tener que hacer cualquier tipo de gestión.
Su nombre, la calle donde vive o simplemente hacer una suma.
Para el enfermo, el rostro de sus amigos y familia es un acertijo. Puede tener algún momento de lucidez, pero lo cierto es que su mente no los retiene.
Necesitan ayuda para llevar a cabo acciones como comer, bañarse, vestirse e incluso caminar.
Hay que tener en cuenta que con el alzheimer no solo se van los recuerdos, también lo hace su forma de ser y esta se vuelve cambiante y poco predecible.
A pesar de que el alzhéimer no tiene cura y todavía no se ha encontrado la forma de prevenirlo, sí se ha demostrado la importancia de detectarlo a tiempo para que el avance sea menor.
También, aumentan las posibilidades de participar en ensayos clínicos de fármacos.
Con un diagnóstico temprano, el afectado puede participar en decisiones sobre la atención, el transporte, las opciones de vivienda y asuntos financieros y legales.
Conocer su futuro, le permite tener tiempo de reacción y poder aceptar lo que va a venir. Además, el paciente puede buscar ayuda psicológica para afrontar las nuevas etapas de su vida.
Aunque es una enfermedad que en la actualidad no tiene cura, si que existen distintos tratamientos para hacer que vaya más lentamente.
Los fármacos del Alzheimer se ponen en dos categorías diferentes: fármacos que pueden cambiar el progreso de la enfermedad en la gente que vive con el Alzheimer y fármacos que pueden evitar de manera temporal los síntomas de la enfermedad.
Aunque las actividades de la estimulación cognitiva (ejercicios de cálculo, de memoria, de lenguaje) están pensadas para recuperar capacidades originales, cuando se aplican para tratar el Alzheimer se encaminan más al desarrollo de estrategias compensatorias, que sirvan como vía alternativa de las funciones perdidas.
En este tipo de terapias, se intenta dar con la razón del comportamiento del enfermo y luego sugiere estrategias alternativas para abordar la causa subyacente. Es muy útil para disminuir su impacto.
Se busca ejercitar las habilidades mentales para que las funciones cerebrales estén activas.
Los cuidados paliativos ayudan a tratar algunos de los síntomas de la enfermedad de Alzheimer, como depresión, ansiedad y dificultad para dormir.
Este tipo de terapia sirve de apoyo a los tratamientos farmacológicos. Con ellas se busca mejorar las relaciones sociales, fortalecer el estado afectivo, incrementar la autonomía, prevenir el aislamiento y controlar los trastornos de conducta.
Relacionarse con otras personas es esencial no solo por salud social sino por salud mental y física. Asistir a talleres de pintura, clases de yoga o realizar paseos en grupo son algunas actividades muy recomendables.
El cuidado de un paciente de alzhéimer es muy complejo por lo que contar con una ayuda extra se hace imprescindible. Algo así como una guía para convivir con una persona con alzhéimer. Un gran apoyo en estos casos es la Teleasistencia. Desde Atenzia, ofrecemos dos tipos: la domiciliaria y la móvil, para contar con total protección tanto dentro como fuera de casa. Para más información, solo tienes que llamar al número gratuito 900 835 840 o rellenar el formulario de nuestra web.
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