21/10/2020
El alzhéimer es una de las patologías más comunes en la tercera edad. Esta enfermedad neurodegenerativa evoluciona hasta la total dependencia del mayor que requerirá de ayuda para realizar tareas cotidianas y cubrir sus necesidades básicas.
A la complejidad de esta dolencia se suma la dificultad de afrontar sus consecuencias, como la pérdida de autonomía y la incapacidad de reconocer su entorno y a quienes con él conviven, haciendo especialmente duro este proceso para sus cuidadores. Por este motivo es fundamental aprender a vivir con una persona enferma de alzhéimer.
El alzhéimer es una enfermedad de gran complejidad no solo en su tratamiento sino también en su diagnóstico. Antes de notar los primeros síntomas, aparecerán los primeros indicios con la acumulación de proteína beta-amiloide en el cerebro, indicador principal de la enfermedad. Es el conocido como alzhéimer preclínico, un proceso que puede durar incluso décadas.
Así, el alzhéimer seguirá avanzando hasta presentar los primeros síntomas en el paciente que se irán agravando. A pesar de que existen numerosas divisiones y que la dolencia avanzará de forma distinta en cada enfermo, podemos distinguir tres fases principales tras la aparición de estos primeros signos de la enfermedad:
En esta etapa la primera región en sufrir daños es el hipocampo, apareciendo así problemas con la memoria más reciente, problemas para la realización de tareas complejas, dificultad para concentrarse, cambios en el carácter, extravío de pertenencias y desorientación.
El diagnóstico de alzhéimer es algo difícil de asimilar tanto para el paciente como para los seres queridos. Sin embargo, es importante informarnos adecuadamente, conocer qué podemos hacer para ayudar y, en el caso del mayor, dejarse ayudar. En esta fase también es muy importante tomar decisiones sobre el futuro, pero sin obsesionarse con él y disfrutar de cada momento.
La autonomía del paciente, que en la primera fase es casi total, se ve mermada según avanza la enfermedad. En esta segunda etapa tendrá problemas para la realización de tareas diarias como poner una lavadora y se incrementarán los problemas de memoria llegando incluso a no saber la estación o el año que es.
También los cambios en la personalidad se agravarán, mostrándose más irritable y retraído, así como los problemas con el lenguaje, con dificultad para expresarse y comprender los mensajes.
En esta etapa es importante ayudar al paciente simplificando su entorno de forma que se encuentre lo más cómodo posible. Limitar sus opciones en la toma de decisiones (por ejemplo, la ropa que se va a poner) y no realizar cambios ni en su rutina ni en su vida (cambiar de móvil, por ejemplo) le facilitará las tareas.
En esta última fase el paciente pierde el control de sus necesidades básicas y requiere de atención absoluta. El enfermo no puede valerse por sí mismo, la función mental sigue disminuyendo, haciendo que este no reconozca a las personas ni recuerde hechos pasados o recientes, y no tiene capacidad para comunicarse de forma coherente. La enfermedad afecta también a las capacidades físicas, limitando su movimiento y perdiendo además la capacidad de controlar sus esfínteres o de tragar.
En esta etapa es importante tratar de conectar con el mayor a través de los sentidos, con aromas o canciones que le gusten, caricias y palabras suaves.
La estimulación cognitiva es una actividad de gran importancia a cualquier edad como forma de mantenerse mentalmente activo pero que cobra especial relevancia en el caso de personas con esta patología.
Al vivir con una persona enferma de alzhéimer es importante estimular su memoria utilizando el día a día y las cosas que le son familiares para ello. Por ejemplo, una acción tan simple como repetir información como el día o el lugar a la hora de entablar conversación le ayudará a tener una mayor consciencia de la realidad.
Otra forma práctica para estimular la memoria remota del mayor, la más alejada en el tiempo y la menos afectada por el alzhéimer, es evocar recuerdos a través de objetos con algún significado especial para el enfermo.
Pero además de la estimulación cognitiva debemos tratar de adaptar el entorno y nuestra interacción con el paciente a sus necesidades y capacidades para una mejor atención de la enfermedad. Algunas estrategias básicas relacionadas con el entorno y la planificación y que debemos tener en cuenta al vivir con una persona enferma de alzhéimer son:
El entorno es muy importante para el enfermo de alzhéimer para que este se sienta cómodo y seguro. Para ello es vital realizar el menor número de cambios posible, adaptar el hogar para evitar posibles accidentes y simplificar el uso de objetos empleando para ello etiquetas indicadoras o facilitando su localización.
La planificación de tareas ayudará al paciente a recordarlas, pero debemos de hacerlo de una forma simple y bien organizada. Para ello, le recordaremos la fecha y el momento de cada tarea indicándole todos los pasos que requiere y ubicándola en el espacio que se ha de realizar para ayudar en la consolidación del recuerdo.
La rutina es una buena forma de ayudar a personas enfermas de alzhéimer en su día a día. Y es que mientras los cambios aumentan su confusión y pueden empeorar su estado, la creación de hábitos diarios le ayudarán a recordar y realizar mejor las tareas diarias.
Vivir con una persona enferma de alzhéimer es muy duro, no solo por la complejidad de esta dolencia y el cuidado del paciente sino por los lazos afectivos que nos unen a esa persona y los graves efectos que el alzhéimer tiene en ella.
Estos son algunos de los consejos claves para cuidarle y cuidarte de la mejor manera posible: