
La soledad, al igual que la ansiedad y la depresión, se plantea como uno de los grandes retos a abordar en este siglo. En nuestro país, 1 de cada 5 personas sufre soledad no deseada, y un 67,7% que la padece lleva en esta situación desde hace dos años, según el Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada (SoledadES).
La vejez es una etapa donde esta sensación puede acrecentarse debido a pérdidas de seres queridos, el padecimiento de enfermedades crónicas, o por el descuido o falta de las relaciones sociales. A continuación, te contamos cómo incide la soledad en las personas mayores, además de una serie de estrategias para combatirla.
El contacto social es indispensable para los seres humanos. El aislamiento social es una fuente de sufrimiento para la persona que lo padece, y es más fácil que la soledad en las personas mayores se produzca, pues es un momento en el que la participación en la sociedad es más limitada, acarreando múltiples consecuencias negativas para su salud y bienestar integral.
Aunque las personas valoramos momentos de «solitud», es decir, aquellos que nos ayudan a evadirnos y a reconectar con nosotros mismos, la soledad en las personas mayores parte de la sensación involuntaria de aislamiento social, donde se anhela la presencia de otras personas con las que compartir el día a día. A partir de los 65 años suelen producirse una serie de cambios que pueden aumentar este sentimiento:
El aislamiento social suele ir ligado a malos hábitos, como malnutrición, sedentarismo, adicciones o falta de higiene personal. Como hemos mencionado con anterioridad, la soledad en las personas mayores provoca multitud de efectos negativos en su salud física y mental, pudiendo derivar en la aparición de dolencias, como trastornos del sueño propios de la edad, artrosis o enfermedades derivadas de la falta de movilidad, como obesidad, diabetes o diversos tipos de infecciones.
Si se sostiene durante mucho tiempo, la soledad en la vejez también puede influir en el deterioro cognitivo, la aparición de demencias y otras dolencias derivadas por la toma incorrecta de medicación (como olvidarse de ellas o el aumento de las dosis).
Las personas mayores que viven este aislamiento también son más propensas a sufrir un accidente doméstico, generándoles un estrés adicional por si no son asistidos a tiempo. En estos casos, la teleasistencia domiciliaria provee de un servicio de custodia de llaves. Esta prestación complementaria aporta tranquilidad a la persona usuaria con tan solo con saber que, en caso de emergencia, se puede informar de cualquier situación en tiempo real, las 24 horas los 365 días del año, y recibir una atención ágil y efectiva.
Tener una red sólida de familiares y amigos es algo muy importante y enriquecedor en cada etapa de la vida, pero en la tercera edad es, si cabe, aún más importante para evitar casos donde la soledad en las personas mayores derive en aislamiento social. Contar con esta red nos ayuda a lograr un envejecimiento activo, lo cual mejora el bienestar físico y emocional.
Las relaciones sociales en la vejez ayudan a mejorar su salud cardiovascular, fortalecen el sistema inmunitario, regulan el impacto de las enfermedades crónicas —como la hipertensión arterial (HTA) o la diabetes—, e incluso favorecen la prevención o reducción de la depresión o la ansiedad. A su vez, al no padecer soledad en la vejez, las personas son más independientes, resolutivas y la interacción social mejora sus capacidades cognitivas.
Disponer de un círculo de seres queridos nos ayuda a compartir preocupaciones y alegrías, convirtiéndose en un apoyo muy importante para afrontar las emociones negativas y los contratiempos a los que la vida nos enfrenta. Aquellas personas que sostienen y cuidan sus vínculos más cercanos, tienen una mejor calidad de vida y tienen una actitud más positiva.
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Las causas de la soledad en las personas mayores son muy variadas. Puede darse un desencadenante, como una separación, la pérdida de un ser querido o la jubilación. Sin embargo, también puede no existir una causa específica y que esta sensación subjetiva de vacío, incomprensión o desconexión responda a una consecuencia del paso del tiempo. Para darle carpetazo, existen multitud de estrategias para prevenirla y combatirla:
Existen multitud de actividades destinadas para que establecer rutinas en la tercera edad, o se adentren en ámbitos que en otra etapa de su vida no habrían podido dedicar el tiempo necesario. Para ello, existe un amplio abanico de talleres y cursos para personas mayores, que van desde estudiar una carrera universitaria hasta actividades para fomentar el ejercicio físico, desatar la creatividad o para estimular la memoria.
También existen multitud de grupos de apoyo que ayudan a las personas que están atravesando un duelo. Compartir tus sentimientos con personas que comprenden tu situación no sólo ayuda a reducir la sensación de la soledad en las personas mayores, sino que también se produce una catarsis y hace que la persona, poco a poco, pueda llegar a sentirse mejor al aceptar dicha pérdida.
Las amistades juegan un papel crucial en la vida social de la tercera edad. Es importante cultivar dichas relaciones: ya sean de toda la vida o amistades nuevas con las que compartir intereses y experiencias, pues pueden aportar mucho bienestar y ser fuente de ayuda mutua.
Por otro lado, la familia es una fuente de calma y acompañamiento inestimable, enriqueciendo la perspectiva de unos y otros a la hora de resolver determinadas cuestiones vitales.
A día de hoy, la tecnología es clave a la hora de socializar y mantener nuestras relaciones personales. Según el Observatorio de la Soledad no Deseada, el 50,1% de la población piensa que la tecnología ayuda a las personas a sentirse más acompañadas, por lo que ayudar a las personas mayores a desenvolverse con las tecnologías les ayuda a mantener el contacto con amigos y familiares.
En los Centros de Mayores de los ayuntamientos se desarrollan multitud de actividades que ayudan a mitigar el impacto de la soledad en las personas mayores. En Atenzia, hemos desarrollado talleres de la mano de consistorios a lo largo del país, como higiene del sueño, risoterapia o ejercicios al aire libre.
A su vez, hemos impulsado programas que luchan contra el aislamiento social y la soledad no deseada, como Salamanca Acompaña, proponiendo actividades y talleres con las que los adultos mayores se mantienen activos y pueden ampliar sus redes de contactos con personas que, de otro modo, quizá no habrían conocido.

Aunque paliar la soledad en las personas mayores es un reto tanto para las instituciones como para los distintos tipos de personas cuidadoras, ya sean profesionales o familiares. Para todos ellos, es importante saber que, aunque la socialización es clave, no todos los adultos mayores tienen las mismas posibilidades de disfrutar de ella, ya sea por limitaciones físicas o por sus circunstancias personales.
Por ello, es importante que su entorno más próximo apoye a la persona y le ayude a desarrollar rutinas saludables, como hacer ejercicio diario, realizar una alimentación adecuada y realizar actividades con otras personas mayores, aunque sea de forma telemática. La compañía de las personas cuidadoras y de sus seres queridos es muy positiva, pues se sienten entendidos, escuchados y tienen a alguien a quien confiar sus sentimientos y pensamientos.
La compañía es clave para reducir la soledad en la vejez, y las interacciones sociales pueden asegurarles una buena calidad de vida, demostrándoles que tienen alguien en quien depositar su confianza y afecto. Aprovechar los espacios en los que pasamos mucho tiempo pueden fomentar las relaciones sociales, creando nuevas conexiones entre personas gracias a sus intereses en común y detectando casos de soledad no deseada.
Sin la escucha activa y la empatía, es muy complicado que se desarrolle una relación donde nazca la confianza y la aceptación. Es muy importante ser consciente de las necesidades ajenas y propias, por lo que hacer sentir a la persona en compañía y saberse escuchada es muy importante.
La novelista Carmen Martín Gaite declaró que «la soledad se admira y desea cuando no se sufre, pero la necesidad humana de compartir cosas es evidente», incidiendo en que, a pesar de que la solitud es necesaria, es innato el deseo de comunidad. La soledad en las personas mayores es un mal invisible del cual somos cada vez más conscientes, y del que existen multitud de recursos para combatirlo.
Las personas cuidadoras, los familiares y un círculo sólido de amistades también fomentan la reducción de la soledad en la vejez, a través de la escucha activa, la empatía, la inclusión en actividades y el acompañamiento.
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